martes, 26 de septiembre de 2017



ESTADO DE CONFUSIÓN
Tanta información y desinformación que vertidas por los vertedores de la verdad virtual te bombardean minuto a minuto, destruyen tu realidad y te crea un inevitable estado de confusión. Luego desde ese estado, uno no sabe donde está parado o, lo que es peor, no tiene conciencia de si está parado, si está en pie, si está vivo. Porque la vida para ser tal tiene que ser vivible, tiene que sentirse en un sentido que valga la pena. Y cuando uno recorre el último tramo de la existencia propia, empieza a dudar de si esto es propio de la naturaleza humana, si es natural ser un sujeto o un objeto,  si es natural sufrir porque otros humanos así lo disponen, si es natural tener sueños a sabiendas que inevitablemente se transformaran en decepciones, si es natural ser eternamente ignorante abonándolo diariamente y tener la forma de un ser que debiera ser inteligente. Eso es sólo parte de las dudas que te aplastan y a pesar de insistir nos oprimen quitándonos el aire limpio y puro que nuestra sangre necesita para seguir este camino.
A pesar de estos pesares, uno siente que algo de vida queda y que hay que direccionarla hacia un destino que uno crea que es la dignidad y así ser un ser que tiene la responsabilidad de combatir la indignidad.
A pesar de los espacios de la realidad que cada uno puede ver, es menester valorar la utopía y cuidarla porque ella es una bella flor que suelta su perfume y clarifica el estrecho sendero que nos toca explorar, ella con sus formas inefables  se opone al arcano que siempre asecha para golpearte sin piedad.
Quizá es cierto que  la vida es sueño, que la vida no existe, que sólo es el umbral de la realidad, una realidad que difiere de la que nosotros percibimos.
Desde este lugar nacen los impulsos que parten de sentimientos inciertos que nos llevan a creer lo que la oportunidad obliga. Desde este lugar batallamos para ser lo que somos, malos los que no valoramos lo invisible y buenos los que seguimos el mandato de nuestros corazones.
En este mundo regado con la preciosa sangre de tantos mártires que ofrendaron sus vidas para que no hubiera dudas de que la humanidad  tenía la posibilidad  de reivindicar los mejores valores para disfrutar todos por igual sin odios ni rencores, haciendo fructificar el amor eternamente, en este mundo donde parece que esa sangre derramada se diluyó sin pena ni buen recuerdo, es en el mundo que nos toca vivir y es desde allí, desde aquí, que debemos tomar la posta para los que así sentimos luchemos por lo que creemos.

Francisco Klanchar

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